lunes, 3 de septiembre de 2012

El Viajero Inesperado.


El viajero se sentó en la arena, a los pies de la duna. Los caballos habían salido corriendo hacía varios días, cuando aquellos bereberes intentaron asaltarle y acabaron con la vida de su compañero. Observó, impotente, cómo su carruaje era consumido por las llamas, y con él todos los recursos que tenía para poder subsistir el resto del trayecto.
Sin los víveres, estaba sólo a merced del desierto, lo que para él, un inexperto domador de equinos, era sinónimo de muerte próxima. Desechó toda esperanza que pudiera quedarle y se dejó caer bajo el sol abrasador. La tristeza recorría sus venas, y lo único que lograba mantenerlo vivo era el recuerdo de su familia. Ajeno a la causa de sus dolores, sólo esperaba que su hora llegase pronto.
El tiempo pasaba, y el viajero no sentía ni hambre, ni sed, ni calor. Justo al contrario; una sensación desconocida invadía su cuerpo y lo hacía sentirse cada vez más fuerte. Se levantó de un salto, cuando el sol empezaba a ponerse, y se puso en marcha. Avanzó sin rumbo durante horas, siguiendo los pasos que su corazón le dictaba. Ya entrada la noche, por increíble que parezca, logró ver en el horizonte luces que indicaban que la aldea estaba cerca. Se hospedó en una vieja posada y, al día siguiente, no había aldeano que no conociera la historia de El Viajero Inesperado, que con la ayuda del Espíritu del Desierto lo cruzó de este a oeste en un sólo día.
Muchos nativos aseguraban que era el Espíritu el que guió al viajero. Otros pensaban que despertó de un sueño profundo cerca de la aldea y lo contó a todos sin saber muy bien si era real o no. Pero la verdad es que no hubo ni pizca de magia que le ayudara a atravesar el extenso desierto. Fueron la perseverancia y los buenos recuerdos los que lo impulsaron a seguir adelante, para poder ver, al menos una vez más, a todos a los que quería.
Murió días después, enfermo debido a una fiebre muy alta. Y abandonó el mundo sin pena, sin dolor y sin remordimientos, porque sabía que había hecho todo lo posible y que su hazaña haría que los suyos estuvieran orgullosos de él.