martes, 11 de marzo de 2014

Concurso de El fin de los sueños

Hace un tiempo (en esta entrada) os hablé muy por encima de El Ciclo de la Luna Roja, una trilogía de José Antonio Cotrina que me cautivó por completo. 


Pues bien, esta es la portada de su nueva novela, escrita a cuatro manos junto a Gabriella Campbell y que sale a la venta el día 30 de este mes. El título me atrajo muchísimo (puede que por mi seudónimo hayáis descubierto que todo lo relacionado con los sueños me apasiona), y una vez revelaron la sinopsis tuve claro que quería leerlo.

 Dormir ha pasado a la historia en Ciudad Resurrección. Gracias a un sofisticado proceso que se creó durante la guerra, ya nadie malgasta ocho horas diarias en el descanso. Pero el cerebro humano sigue necesitando soñar. Por eso, una red controlada por el Gobierno elabora sueños artificiales, según las necesidades del inconsciente de cada individuo, con el fin de poner a punto la mente en pocos minutos. 

Una misteriosa joven aparece en los sueños de dos chicos muy diferentes: Ismael es el hijo de un artesano onírico clandestino de los suburbios; Anna es una privilegiada que vive en las alturas de la ciudad, hija de una importante burócrata. La joven les suplica que la salven, que la liberen de la oscuridad. Anna e Ismael se sienten inmediatamente atraídos por ella, y pronto descubren que no han sido los únicos que han recibido esas enigmáticas visitas. Pero ¿existe esa chica en el mundo real? 

Solo hay una manera de averiguarlo: adentrarse en el mundo onírico, donde no sirven las leyes de la lógica y la imaginación es la única vía para sobrevivir.

Si este libro os intriga tanto como a mí o simplemente queréis darle una oportunidad, estáis de suerte: los autores han creado un evento en Facebook en el que sortean un ejemplar firmado, además de un marcapáginas hecho a mano por Gabriella. Solo tenéis que votar por una de las seis citas del libro que os proponen: la que más votos reciba será elegida para el marcapáginas.
Animaos a participar! Y no olvidéis compartir el enlace :)

Más allá del cielo.

Hay un anciano sentado en un banco, a la entrada del cine. Cada pocos segundos levanta la vista hacia el reloj digital que hay encima de la cartelera. La última vez que mira es cuando el reloj marca las cuatro y veinte. Entonces, se frota las manos, se levanta y entra en el edificio. Cuando sale, el reloj indica las cuatro y media. Se vuelve a sentar en el banco. Ahora lleva unos trozos de papel en la mano, que guarda en los bolsillos.
Hay unos niños jugando en frente suya y, de cuando en cuando, echan miradas a la entrada del cine y señalan distintos pósters de la cartelera. Cuando terminan de hacerlo, se miran unos a otros, con las manos en los bolsillos, clavan los ojos en el suelo y dan patadas en el aire. 
El anciano se ríe cada vez que lo hacen, y fija la mirada en el horizonte, viendo algo que se esconde mucho más allá del cielo. Espera a que el reloj señale las cinco menos cuarto. Entonces, se levanta y se acerca a los niños. Al principio se alejan de él, pero dice algo que hace que todos sonrían, y vuelven a ponerse cerca suyo. Están un rato jugando juntos. Los niños siempre corren más rápido, más ágiles, y ganan, pero el anciano sonríe incluso más que ellos. En el instante en que comienza a respirar con dificultad, una sombra vuela por sus ojos. Acaba por tener que sentarse de nuevo en el banco. Los niños se sientan con él, y le hacen muchas preguntas. El anciano responde a todas y, una vez su respiración vuelve a la normalidad, saca del bolsillo los trozos de papel. Los reparte a los niños, que tienen los ojos muy, muy abiertos y la sonrisa igual de grande. Señala con su dedo arrugado el reloj, que marca las cinco menos cinco. Los niños siguen mirando con los ojos muy abiertos, y ríen y hablan y corren al interior del cine lo más rápido que pueden.
El anciano sonríe, pero es una sonrisa distinta a las que ha tenido antes. Se lleva una mano al corazón. Tiene los ojos brillantes, de nuevo fijos en el horizonte, esta vez con la certeza de ver algo que el resto de personas ignoran. Después de unos minutos, otro grupo de niños aparece y empieza a jugar cerca del banco. El anciano se seca los ojos, y alterna la mirada entre los niños y el reloj hasta que este señala las cinco y veinte. 

Se levanta y entra en el cine.