jueves, 23 de agosto de 2012

I Certamen Llibrete

¡Muy buenas a todos! Como sigo con un poco de cargo de conciencia por haber tardado tanto en actualizar, os traigo otra cosilla, nada más y nada menos que un concurso literario.

I Certamen Llibrete
¿Qué es esto? Pues bien, es un concurso de microrrelatos semanales de un máximo de 400 palabras. A primera vista puede parecer un certamen bastante normal. Pero no lo es. 
La idea es bastante interesante, y cuando la he leído entera, ha captado toda mi atención, pues no sé vosotros, pero yo nunca he visto nada parecido. ¿A qué me refiero con esto? Según palabras textuales:

«Habrá una serie de concursantes, que cada semana irán escribiendo sobre un tema que se dirá cada semana, al final de la semana un jurado valorará cada relato uno a uno, dando una opinión. Las dos personas que tengan los relatos que menos hayan gustado, serán nominadas, con lo cual los visitantes de la Web, tendrán que salvar a uno de los dos nominados. Al cabo de una semana, el que menos votos tenga, será expulsado, mientras que el salvado seguirá en el concurso.»

Simplemente me ha encantado. Es una gran idea, ya sea para escribir sobre temas a los que no estamos acostumbrados (es uno distinto cada semana), para mejorar o simplemente para divertirnos.
Yo ya he enviado mi primer texto. ¡No dudéis en apuntaros haciendo click aquí! 
Y también podéis visitar el blog del organizador haciendo click aquí.

;)

El hombre de los ojos verdes. Capítulo IX.



¡Perdonadme!¡De verdad que lo siento! Mañana hace un mes que no postro nada. He estado veinte días en casa de mías abuelos, un lugar que es para mí como el paraíso de las vacaciones. Ha sido un no parar: piscina, piscina, piscina, un día a la playa, otro al cine y más piscina. 
A los pocos que me seguís os tengo abandonaditos, pero no voy a dar a mi pereza la satisfacción de que este blog caiga en el olvido. No señor. Así que intentad disfrutar con el noveno capítulo de El hombre de los ojos verdes que, por cierto, llevaba escrito desde el 23 de julio. ¡Leed y decidme lo que opináis! Me encantan las críticas constructivas ;)


_______________________capítulo nueve_______________________

El tallo de Pump clavado en mi espalda era una imagen horrible, hasta para estar representada en una pintoresca vidriera. ¿Por qué el tallo de Pump?¿Qué tenía él que ver con todo esto? Cada vez había más preguntas sin respuesta.
— Pump no dejará que le arranquen el tallo. Pump prefiere conservar sus partes vitales, gracias. — farfulló la calabaza, ofendida. — ¡Pump no es un Jack'o'lantern del tres al cuarto! Puede que el aspecto actual de Pump no asuste, pero a la hora de la fiesta, ¡Pump dará miedo de verdad!
— Vale, vale. Te creemos. Pero ten cuidado, por si acaso.
— ¿¡POR SI ACASO!?
Y Pump no dejó de chillar durante el resto del camino, lo que entorpeció un poco nuestro intento de pasar desapercibidos.
Mónica tenía que convencer al resto de chavales que acababan de llegar de nuestra ciudad de que participar en la guerra no era una buena idea. José tenía que conseguir sacarle a Inno la localización exacta del ejército de Saturno. Carlos iba a buscar la vidriera de la primera traición para compararla con la nuestra; quizás el traidor estaba colocado en el mismo lugar en ambas. Y a Nico y a mí nos tocaba la parte chunga de la misión. Nada más y nada menos que entrar en la Armería Real y robar unas cuantas cosas.
— Eso os pasa por haberlo echado a suertes. — afirmó Pump, algo más calmado. — La próxima vez, elegís la parte fácil y ya está.
La Armería Real estaba en la plata superior, protegida por media docena de guardias armados hasta las cejas. Una vez llegamos, Nico, Pump y yo tuvimos claro lo que había que hacer.
— ¿Preparado?
— ¡Pump siempre lo está! — respondió. Lo lanzamos a la habitación más cercana, una vieja cocina que ahora se utilizaba como almacén. La luz era muy débil, procedente de un diminuto candelabro que producía sombras macabras. Perfecto. 
A nuestra señal, Pump se encendió, y su sombra lo hizo parecer siete veces más grande de lo que realmente era. Daba bastante miedo; sus dientes, ojos y nariz estaban tan bien tallados que por un momento creí que era un monstruo gigante de verdad. Los guardias desviaron la mirada de las escaleras a la vieja cocina, confundidos y algo asustados.
— ¿Dónde te escondes, Inno, Inno, Inno…?¿Dónde estás, pequeño rey…? — murmuró Pump. No sé cómo lo hizo, pero modificó su voz hasta que se convirtió en una tétrica serie de lamentos y quejidos. 
— ¿Quién hay ahí?¡Da la cara! — gritó uno de los guardias, levantando un extraño artefacto similar a un arco que debía ser letal. Pump sólo rió.
— ¿Debo tener miedo de un simple calegor como tú?¿Yo, Pome V, Rey de los Demonios?¡Cuando acabe con Innokentiy te daré tu merecido! 
Al oír el nombre de Pome, los guardias palidecieron. A uno le temblaban tanto las piernas que tuvo que sentarse. No sé quién era ese tipo, pero seguro que nadie que te gustaría encontrarte en el cine, por ejemplo.
— P-pero Pome está muerto…
— ¡Habladurías!¿Es que queréis que vaya allí a demostrarlo?¡Lo haré en cuanto encuentre a ese mocoso y me lo cargue!
— ¡N-no te atreverás!¡V-vamos a hacer lo que sea para proteger a nuestro rey! — todos los guardias salieron corriendo al almacén, todos menos el de las piernas flojas, que aún se estaba levantando.
— ¿Pero y si alguien intenta entrar en la armería?
— ¡Lo veremos, es la habitación de enfrente!¡Además, nadie va a…!
Y Nico y yo cerramos la puerta y la bloqueamos con muebles, tablones de madera y todo tipo de obstáculos pesados.
— Aún tardarán un rato en darse cuenta de que no es Pome, sino Pump. Tenemos de tiempo eso y lo que les cueste quitar todo lo que hemos puesto en medio. — susurró Nico. Yo asentí.
— Oye, ¿y cómo es que se lo han creído tan rápido.
— No sé. Están un poco paranoicos con lo de la guerra. Cualquier cosa les parece una amenaza. — respondió. Yo admiraba como podía usar siempre la lógica, hasta en situaciones tan extrañas como esa.
Para entrar en la Armería, había que introducir un código de cuatro letras en un panel que giraba con manivelas.
— ¿Y ahora qué ponemos?
— Pues está claro, ¿no? — Dijo Nico, y giró las cuatro manivelas hasta que se pudo leer "INNO". ¿Cómo podía saber eso…? Las puertas se abrieron con un chasquido y entramos.
Mesas, estanterías y cualquier tipo de superficie plana estaban llenas — llenas, llenas, lo que se dice llenas — de armas.
— ¿Crees que habrá alguno? — preguntó Nico, mirando una extraña hoja fluorescente.
— Debe haber uno al menos. Alek ya nos dijo para qué servía; no puede haber un solo ejemplar de algo tan útil.
Buscamos por todos los rincones, Nico guardando de vez en cuando algún arma que parecía útil, hasta que dimos con él. Estaba en un pedestal, protegido por una enorme mampara con varias capas de cristal. Nico y yo nos miramos. Cogimos cada uno un arma y nos liamos a golpes con la mampara hasta que cada una de sus capas se convirtió en mil pedacitos de diminuto cristal, causando un estruendoso recital de golpes. Nico la sacó con cuidado. 
— Aquí está… Parece distinta a la otra, ¿no? — dije yo.
— Da igual. Lo importante es aprender como funciona. 
— Pero… Sólo la vamos a usar si el plan "A" sale mal, ¿no?
Nico me miró mientras se forjaba una sonrisa en su cara. Comenzó a reír y no pude evitar unirme a él, aunque no veía nada gracioso en la situación.
— Te puedo asegurar que no va a salir bien. No es que esté mal pensado; es buenísimo. Pero somos cinco niños contra todos los demás. Va a salir igual de mal que en las películas.
— Tendrías razón, si esto fuera una película. Pero no lo es. Es de verdad. Todo puede pasar.
Nico sonrió tristemente y miró al suelo. Sabía lo que estaba pensando. Todo podía pasar. Él podía ser el traidor.
Suspiré y guardé el arma en una de nuestras bolsas de truco o trato. Aprovechamos para comer unos cuantos caramelos hasta llegar a la vieja cocina, lo que sirvió para levantarle el ánimo a Nico. Los caramelos siempre habían ayudado a que nuestro humor mejorase, pero desde que entramos en Calegoría, el efecto era aún mayor. 
Una vez en la puerta, descubrimos que los guardias seguían encerrados, pataleando y chillando para que les sacasen de allí. Ensayamos unos minutos para poner nuestras mejores caras de sorprendidos y quitamos todos los objetos, dejando espacio suficiente para que los guardias salieran.
— ¿…guardias? — Nico y yo nos miramos. — ¿No deberían estar vigilando la Armería?
— ¡Sí, pero, eh…! Hemos tenido algún que otro problema, una falsa alarma. Como no ha cundido el pánico lo hemos finiquitado rápido. — tuvo mérito el esfuerzo que hicimos para no reír ante aquella mentira. — Eh… ¿sabéis si alguien ha entrado en la Armería mientras no estábamos?
— Ni idea. Pero hemos venido corriendo como hemos podido. Se ha oído un ruido muy fuerte que venía de aquí, como de cristal rot…
— ¿Cris…?¿¡Cristal roto!? — el calegor se puso más blanco de lo que ya estaba, y eso era difícil. Los cinco guardias se dirigieron a la Armería a paso acelerado, mientras soltaban tacos en calegor. Sí, no entiendo ni pizca de ese idioma. Pero creedme, no hacía falta hablar calegor para saber que eran groserías.
— ¡Lo han robado!¡Lo han robado!¡Lo han…!
¡CRASH! Otro cristal se rompió, interrumpiendo al guardia. Esta vez parecía proceder del piso inferior. Sin preocuparnos demasiado, recogimos a Pump, que seguía partiéndose de risa. De repente recordé algo.
— ¡Carlos!¡Está en el la Sala de las Profecías!¡Justo en el piso de abajo!
Corrimos a toda prisa hasta que llegamos al lugar exacto en el que el cristal se había roto; la Sala de las Profecías. Carlos yacía en el suelo, murmurando palabras extrañas que no llegábamos a oír. Me arrodillé a su lado. Su mirada estaba fija en un punto del techo que parecía no existir.
— Oh, tío… — dijo Nico, desganado, señalando dos vidrieras. O dos aberturas en la pared que, en algún momento, habían sido vidrieras. Porque ahora no eran más que restos de cristales de colores desperdigados por la habitación. — Esta era la nuestra. Y apostaría lo que fuera a que aquella era la de Khrónos.
— Qué chaval más inteligente. — murmuró una figura humana completamente vestida de negro. Acababa de aparecer en el arco de la destruída profecía de Khrónos, mirando fijamente a Nico bajo su capucha. Si mis ojos no me engañaban, de su espalda salían dos enormes alas de cuervo, color azabache. Me resultaba peligrosamente familiar. — Serás un estorbo en mis planes. — y de su mano salieron sombras, con forma de ave, que se lanzaron sobre Nico cómo si de un gusano se tratase. Él se revolvía, intentando en vano evitar los picotazos y arañazos de los pájaros. Me acerqué a ayudarle, pero no hice demasiado. — Volveré en un rato, y más os vale no moveros. Voy a recuperar lo que es mío. Y después os mataré lentamente a la luz de la luna. Así nadie sospechará que he vuelto a Calegoría.
El desconocido pronunció esas palabras con tanta naturalidad que por primera vez en mi vida sentí verdadero miedo. Saltó del arco y planeó por la sala hasta que alcanzó las escaleras. Al salir de la habitación, los pájaros se desvanecieron.
Y fue al ver su capa al vuelo cuando me di cuenta de todo.
— Nico. Enc… — Escuché una tos fingida entre mis brazos. Suspiré. — Nico y Pump. Encontrad a los que faltan. El plan A ha fallado. Hay que prepararse para la guerra.
— ¿Pero qué dices?¡Si hace media hora estabas convencida de que la ibas a parar!¿Por qué nos íbamos a rendir ahora? — respondió. A pesar de las múltiples heridas y rasguños causados por las aves, seguía teniendo la misma energía que siempre.
— Porque antes sólo participábamos nosotros. Pero, cuando un adulto entra en un juego de niños, deja de ser un juego y se convierte en algo mucho más peligroso.
Nico parecía comprender.
— ¿Pero a qué adulto te refieres?
— ¿Recuerdas las dos figuras de la verja de Calegoría?¿El de la capa y el otro, que tenía las orejas puntiagudas? — asintió. — Pues creo que el primero…
—¿Pero qué ha pasado aquí? — preguntó José, preocupado. Mónica lo seguía de cerca, y soltó un pequeño gritó al ver a Carlos y Nico tendidos en el suelo. Segundos después, la Sala de las Profecías estaba completamente ocupada por Innokentiy y una legión de chicos de mi ciudad, que nos miraban sin dar crédito a lo que veían. Di un paso adelante.
— Rey Innokentiy. Saturno ha vuelto, y está en el castillo.